Hace seis años, cuando empecé con el diseño floral de bodas y otros eventos sociales y empresariales, vivía con angustia el final. Me resistía a que todo muriera sin más a las 24 horas del montaje. Ahora, en cambio, sé que justo eso es lo que aporta magia a las creaciones de Can Gessé.
A lo largo de mi vida he explorado la creatividad de muchas maneras que conservo y aplico en su conjunto ahora en Can Gessé. De una forma técnica, cuando estudié diseño de interiores. Desde el lado opuesto, con el fluir de las tintas y las acuarelas en mi faceta de ilustradora vocacional. La creatividad salvaje de los veranos y fines de semana en la torre de mis abuelos. Esa torre que mi madre convirtió en un parque de los olores plantando, sin saberlo, la semilla de lo que hoy es Can Gessé. Sí, sonrío pensando en las vueltas que da la vida. Mi abuelo dirigió durante años una granja de cerdos justo aquí donde hoy huele a flores.